Dalamino

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Soy todos los chinos

Éramos unas 9 personas en un viejo apartamento en el barrio de Malasaña, y nadie tenía por costumbre fregar los platos. Una vez un hombre tocó a la puerta, nos reveló que éramos okupas, y nos dio 3 meses para desalojar. La persona a la que religiosamente habíamos pagado el alquiler cada mes por transferencia bancaria no era propietaria del apartamento sino una inquilina que había encontrado un modo simple pero efectivo de redistribuir la riqueza para beneficio de sus propios bolsillos: dejar de pagar el alquiler, hacerse pasar por propietaria, buscar nuevos inquilinos (nosotros) y pirarse muy lejos.

El que tocó a la puerta era por tanto el casero de verdad (aunque no nos enseñó ninguna placa), No nos pidió que le pagáramos, solo que nos largáramos. En pocas semanas encontré una habitación cerca de Ventas, y en un solo viaje pude llevarme casi todas mis cosas. Después de un mes y pico viviendo en la nueva habitación, y aproximándose la fecha tope que el casero bona-fide nos había impuesto, volví al apartamento de Malasaña a dejar definitivamente las llaves y recoger mis últimos trastos.

Sabía que todos habían abandonado ya ese apartamento y había oído que nadie se había hecho cargo del gato. Gata de hecho, una gata negra. Muy guapa. Me acuerdo que era gata porque cuando se ponía en celo se ponía, digamos, un poco demasiado cariñosa.

Los cuerpos están a merced del clima ahí fuera, se mojan, sudan o se enfrían en función de la tendencia meteorológica; cuando los cuerpos ocupan los espacios interiores se protegen del exterior pero se exponen a los fantasmas. Los cuerpos creen ocupar los espacios y creen modificar los espacios, creen estar cambiando la decoración o reconfigurando los muebles; pero son los espacios y sus fantasmas los que tejen modificaciones en los cuerpos. Los cuerpos creen ser únicos y primeros pero sus actos son copias irregulares de los anteriores inquilinos y también de los inquilinos que llegarán. Solo vengo a dejar las llaves y llevarme mis últimas cosas, quise decir en voz alta. Ahí estaban los fantasmas desnudos, esperando sus cuerpos. Acompañándolos debía de estar la gata, quizá deshidratada y enloquecida, medio muerta en alguna esquina, quizá ya en estado de putrefacción. Di un paseo por todo el apartamento buscando el origen del hedor; recorrí sus dos pasillos estrechos que forman una L con el salón en un extremo y la cocina en el otro; no entré en ninguna de las 6 o 7 habitaciones de mis excohabitantes porque mi curiosidad tenía sus límites y porque pensaba que alguien podía estar ahí escondido; había oídos y ojos atentos a mis movimientos, estaba siendo estudiado, esperado; y con cada puerta entornada y con cada rincón oscuro esperé encontrarme su cuerpo inerte o su último espectáculo de celo, enajenada, agazapada un instante antes de saltarme a la cara. Papel otorgado siempre a los felinos en el sector Pesadilla del consciente colectivo.

La peste venía de la cocina. Había platos sucios apilados como siempre. Todo el desorden familiar estaba cubierto de polvo. Como siempre ¿Cómo había sido posible vivir ahí con tanta gente? No era yo; tuvo que ser otro. Tuve que ser otro.

La privacidad y seguridad informática es algo que a todos debería preocupar; quien no toma las medidas necesarias es como un antivacuna que pone en peligro a toda la sociedad, como alguien que ignora los semáforos por considerarlos opresores o inconvenientes. Así que el otro día generé una nueva contraseña siguiendo el método octógono y entré en Facebook después de un largo tiempo de abandono. No me limité a dejar las llaves y recoger mis últimas cosas porque FB es un espacio que puedo poseer sin tener que habitar. Tras el sencillo procedimiento de renovación de contraseña, no pude evitar sentir curiosidad por ver qué había en el newsfeed y me di un paseo por ese pasillo, fui descendiendo; los muebles y toda la decoración había cambiado bastante, las personas seguían ahí diciendo o compartiendo cosas supuestamente interesantes / chistosas / que provocan algún tipo de emoción. No sé si eran las mismas personas físicamente pero eran los mismos fantasmas. No estaban los que escriben cosas que me gustan, ---al menos no están en los primeros 110 cm de ese pergamino que podríamos estar desplegando durante horas esperando encontrar algo que justifique la búsqueda---, pero si no están ahora estarán después.

Tengo plenamente consciencia de que había alguien escondido registrando todos mis movimientos y mis no-movimientos, almacenando datos sobre los impulsos de mi cursor, sobre qué hace que detenga el scroll, sobre dónde hago click, etcétera.

Ofuscar es más fácil que ocultar. La idea de producir información falsa para ofuscar tu identidad no es nueva. Se trataría de hacer click en titulares que no te interesan, en detenerte en textos que no tienen nada que ver con tus intereses, pasar de largo imágenes que te llaman la atención, darle a "seguir" en páginas que no tienen nada que ver con tu personalidad y escribir chorradas en la barra de búsqueda: "moda vegana para mi bebé", "gay scene in dubai", "coleccionar peces venenosos", ver dónde te lleva esto, clicar por doquier, habitar esos espacios ajenos, dejarse ocupar por sus fantasmas temporalmente. Hay programas que lo pueden hacer por ti. Al algoritmo lo alimentarían con tanta información tan dispar sobre ti, que no podrían ponerte una etiqueta, sin ponerte también la contraria. Para FB serías un fascista de izquierda radical votante de lo moderado, y un pirata travesti transgénero homófobo interesado en Trujillo y Pinochet, y una ex-bailarina amante de las películas de terror Disney spy-gore que es invidente, y un ecologista fan de la mugre que sueña con hacer un safari, y un musulmán ateo obsesionado por los boomerangs, y un habitante cualquiera de Vladivostok, etcétera. Eres una multitud. Ich bin das ganze chinese Volk!

Madrid 2009 Madrid 2009